domingo, 22 de noviembre de 2009

Irse. Otra vez.

Conocer lo que siente una persona cuando deja su país es solo posible cuando experimentas por ti mismo una situación similar. Pero dejar tu país por dos veces se me ocurre duro y desconocido. Si en la primera quedan atrás sueños no cumplidos, amores inconclusos, estudios no acabados, borracheras nunca hechas, en fin, queda toda una vida; me pregunto entonces, en la segunda ¿que tenemos para dejar?. Muchos son los ecuatorianos que en estos meses han decidido regresar a la tierra madre, después de haberse sacrificado a si mismos -si cabe el sacrificio claro- para asegurarse un futuro mas digno, mas tranquilo, y sobre todo un futuro en donde la falta de oportunidades no te impida cumplir esos sueños, un futuro en el que puedas vivir. No mal-vivir.

Pero que hacer cuando las cosas no son lo que esperabas, cuando las cosas siguen oliendo a corrupción, a pereza y sobre todo a pobreza. Correa dice: “...no podemos ser pobres sentado en sacos de oro...”. Es cierto, el Ecuador sigue siendo un país pobre, pobre en ideas, donde solo vales por lo que tienes, y eso de te dá el valor de lo que eres, aunque en el fondo tú sepas que no eres nadie....que no has conseguido nada; bueno, nada excepto dinero.

Lo que están haciendo los “ya retornados” es volver a irse. Si en la primera vez que tuvieron que hacerlo ya fue duro, imagino entonces que en la segunda las cosas tendrán que ser mucho mas difíciles. ¿Es tanto el desengaño?, o ¿es que ya no seremos capaces nunca de dejar de sentirnos inmigrantes, incluso en nuestra propia patria?

Suerte a ellos.
Suerte a todos. Solo no se olviden de buscarla.